Este año hemos pensado en hacerle un regalo original a papá y la idea que hemos tenido ha sido escribir un cuento personalizado. En Internet existen varias web que ofertan esa posibilidad pero pensé que le gustaría mucho más y, sobre todo que las peques lo disfrutarían muchos más, si se lo hacían sus hijas con sus propias manos. El cuento lo ha escrito la mayor de su puño y letra y las ilustraciones las han dibujado entre las dos, cada dibujo ilustra una parte de la historia.
Os cuento el proceso: Hace dos semanas, un lunes después de comer nos pusimos a pensar la historia y en un momento ya teníamos el primer borrador. Fue muy fácil de hacer, entre las dos se dedicaron a pensar en las cosas que hacen con papá, lo que les gusta de él y demás. Así en muy poco tiempo teníamos ya un pequeño relato.
Lo más lento ha sido pasarlo a limpio, la mayor iba escribiendo poco a poco y fijándose muy bien para no cometer faltas de ortografía porque estaba usando un boli. Además teníamos que hacerlo a escondidas o aprovechando los viajes de papá para ir avanzado. Mientras no trabajábamos en el libro, lo guardábamos en un sitio seguro para que papá no lo encontrara. Entre la ilusión de hacerlo y la emoción de que no nos pillara hemos pasado momentos muy divertidos que no olvidaré.
El libro consta de portada y contraportada, de una dedicatoria y cinco hojas. Cada una de ellas tiene un dibujo hecho con mucho amor para su papá. Han puesto de su imaginación en cada uno de ellos y han quedado unas ilustraciones muy bonitos y originales.
Un día por la mañana a escondidas sin que mi marido se diese cuenta, lleve las hojas a plastificar y a encuadernar, de ésta manera se conservará mejor y podremos leerlo y mirarlo sin miedo a estropearlo.
El mismo día del Padre por la mañana envolvimos el regalo aprovechando el paseo que suele darse con nuestro perro Coco, los días anteriores no tuvimos ocasión de hacerlo ¡así que ese era nuestro momento! Entre las tres elegimos el papel, le hicimos una pegatina felicitándole el día del padre y la mayor además le hizo una tarjeta. Todo esto lo hicimos con un poco de ligereza para que no nos pillara.
Las peques decidieron entregarle el regalo a la hora de la comida, ese día comíamos con mis suegros en un restaurante en la playa. El regalo se lo entregaron entre los entrantes y el primer plato, estaban ya cansada de esperar y se hacia muy largo, no solo por la ilusión de dárselo si no porque el restaurante estaba llenísimo y hubo bastantes problemas con el servicio. Lo más importante es que al papá le gustó mucho su regalo, allí mismo lo leyó y, a pesar de incidente del restaurante, lo pasmos muy bien.
Aprovechando que la comida era en un restaurante del paseo de la playa, antes y después de comer, las peques estuvieron jugando en la arena, construyendo castillos, dando volteretas y enterrando sus pies y piernas para parecer sirenas. Cuando el sol dejó de dar en la playa nos fuimos a casa y las peques fueron directas a la bañera para quitarse toda la arena que llevaban encima.
Lo más lento ha sido pasarlo a limpio, la mayor iba escribiendo poco a poco y fijándose muy bien para no cometer faltas de ortografía porque estaba usando un boli. Además teníamos que hacerlo a escondidas o aprovechando los viajes de papá para ir avanzado. Mientras no trabajábamos en el libro, lo guardábamos en un sitio seguro para que papá no lo encontrara. Entre la ilusión de hacerlo y la emoción de que no nos pillara hemos pasado momentos muy divertidos que no olvidaré.
El libro consta de portada y contraportada, de una dedicatoria y cinco hojas. Cada una de ellas tiene un dibujo hecho con mucho amor para su papá. Han puesto de su imaginación en cada uno de ellos y han quedado unas ilustraciones muy bonitos y originales.
Un día por la mañana a escondidas sin que mi marido se diese cuenta, lleve las hojas a plastificar y a encuadernar, de ésta manera se conservará mejor y podremos leerlo y mirarlo sin miedo a estropearlo.
El mismo día del Padre por la mañana envolvimos el regalo aprovechando el paseo que suele darse con nuestro perro Coco, los días anteriores no tuvimos ocasión de hacerlo ¡así que ese era nuestro momento! Entre las tres elegimos el papel, le hicimos una pegatina felicitándole el día del padre y la mayor además le hizo una tarjeta. Todo esto lo hicimos con un poco de ligereza para que no nos pillara.
Las peques decidieron entregarle el regalo a la hora de la comida, ese día comíamos con mis suegros en un restaurante en la playa. El regalo se lo entregaron entre los entrantes y el primer plato, estaban ya cansada de esperar y se hacia muy largo, no solo por la ilusión de dárselo si no porque el restaurante estaba llenísimo y hubo bastantes problemas con el servicio. Lo más importante es que al papá le gustó mucho su regalo, allí mismo lo leyó y, a pesar de incidente del restaurante, lo pasmos muy bien.
Aprovechando que la comida era en un restaurante del paseo de la playa, antes y después de comer, las peques estuvieron jugando en la arena, construyendo castillos, dando volteretas y enterrando sus pies y piernas para parecer sirenas. Cuando el sol dejó de dar en la playa nos fuimos a casa y las peques fueron directas a la bañera para quitarse toda la arena que llevaban encima.
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